Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

****************************************************

viernes, 19 de febrero de 2010

Borobudur, la Montaña Cósmica

Templo de Borobudur en la isla de Java, Indonesia


"...el ser que recorre el laberinto o cualquier otra forma equivalente llega finalmente a descubrir el "lugar central", es decir, desde la perspectiva iniciática, su propio centro. El complejo recorrido es a todas luces una representación de la multiplicidad de los estados o modalidades de la exixtencia manifestada; por ellos el ser ha debido "errar" primero, antes de poder establecerse en ese centro".
René Guénon


El templo de Borobudur de la isla de Java es un símbolo en sí mismo donde se encuentran profundas significaciones metafísicas. En su estructura podemos hallar representados los diferentes niveles del ser, desde el mundo manifestado en su aspecto más material de su base, hasta el más elevado donde se descubren los altos misterios espirituales.
El peregrino que lo visita participa de un ritual simbólico por el que circunvalando las diferentes terrazas siguiendo una trayectoria espiral ascendente, alcanzará finalmente el centro simbolizado en la cúspide del monumento. Los pasos del itinerario del peregrino trazarían lo que puede parecer un laberinto del tipo de los que se encuentran en catedrales góticas como la de Chartres, Amiens etc... y contendrían un simbolismo similar. Los fieles cristianos recorrían estos laberintos en substitución al viaje a Roma o Jerusalén. El centro del laberinto simboliza el centro del mundo, el estado edénico y también la Jerusalén Celeste.
Otro ejemplo interesante donde encontramos esta concepción del paso por la vida con la finalidad de trascender los estados inferiores, en este caso con un caracter moralizante, representada mediante el ascenso por una montaña, la encontramos en los grabados de las diferentes ediciones que ilustran la obra clásica La tabla de Cebes, que tuvo una gran difusión en Europa entre los siglos XVI a XVIII. Dejo uno de ellos acompañado de su descripción.
.
"El Engaño está dentro de la entrada del recinto de la vida, y obliga a todos los que pasan a beber del Error, allí lo reciben seductoras Opiniones, Deseos y Placeres, en ese mismo lugar está la Fortuna con sus artes cambiantes y falaces. En el segundo recinto Adulación, Desenfreno, Libertinaje e Insaciabilidad les llevan hacia la Buena Vida; desde aquí, con Arrepentimiento, es posible subir el difícil camino a la Verdadera Educación y, con la ayuda de la Tenacidad y el Dominio de sí, llegar al sendero llano y fácil que lleva a ella y luego a la Felicidad y a las Virtudes que viven en un último recinto, en lo alto y aparte". Texto de Jesús Ruiz Gito.


Para seguir directamente con el tema que nos ocupa, veamos ahora el diseño de la planta del templo de Borobudur en la que descubrimos la imagen de un yantra. A su lado, la descripción simbólica de sus tres niveles.
Los diferentes pisos se distribuyen en tres niveles. El inferior, la Esfera del deseo, se corresponde con el aspecto mundano de la existencia humana con todo lo sujeto a la ley de causa-efecto del Karma. Allí se encuentran representadas escenas llenas de placer con otras de horror y sufrimiento. En el plano intermedio, Esfera de la forma, los motivos representados son de caracter filosófico y profundo. Se describen textos de la doctrina Mahayana comprensibles unicamente a los iniciados. En el nivel superior, Esfera de la no-forma, el mundo de representaciones figurativas y el movimiento desaparece, dando paso a la expresión geométrica y estática. Círculos que a su vez forman círculos concéntricos rodean a la stupa central. Estamos en la cumbre del templo-montaña donde todo es quietud.


A continuación dejo unos pasajes pertenecientes a un ensayo de investigación realizado por Mircea Eliade que tiene por título, Borobudur, Templo simbólico. Lo acompaño con imágenes seleccionadas de la Web.

Esfera del deseo. Panel en la base con bajo relieves describiendo los placeres de la vida mundana, y los efectos causales de las buenas y malas acciones del hombre (doctrina del karma).


Se ha sabido desde siempre que las grandes construcciones arquitectónicas de las culturas "tradicionales" espresaban un simbolismo muy riguroso. Las dificultades empezaban cuando se intentaba descifrar ese simbolismo, pues la intención poética o la hipótesis científica del investigador intervenía y se intentaba a todo precio reducir los símbolos arquitectónicos a un sistema sui generis interpretado normalmente como un "decubrimiento personal" de su autor. Aunque las cosa han cambiado mucho a ese respecto, lo cierto es que hay una verdad que empieza a habrirse camino entre los especialistas: el simbolismo de las construcciones antiguas -templos, monumentos, laberintos, ciudadelas- está estrechamente ligado a las concepciones cosmológicas. (...)

En las culturas tradicionales, toda obra de arte "conduce", siguiendo ciertas huellas (vestigium pedi) a la contemplación de la divinidad e incluso a ser incorporado en ella. La primera "obra de arte" brahmánica fue ciertamente el altar védico, "donde la naturaleza del dios se reflejaba, pero donde el sacrificante se encontraba, también él, mágicamente incorporado". En la India, se llegaba a la divinidad por múltiples caminos: rituales (mágicos), contemplativos, místicos. Todavía en la actualidad, uno de los más utilizados es la meditación sobre un objeto construido de manera que "resuma la doctrina". Estos objetos, de apariencia muy simple, se denominan yantra. El que medita sobre ellos asimila mágicamente "la doctrina" y la incorpora. P. Mus tiene razón cuando afirma que, desde cierto punto de vista, el templo de Borobudur es un yantra. La construcción es tal que al recorrerla y meditar sobre cada escena de las numerosas galerías ornadas de bajorrelieves, el peregrino asimila la doctrina budista. Conviene insistir sobre este punto: el templo es un cuerpo simbólico de Buda y, por ello, el fiel "aprende" o "experimenta" el budismo al visitar Borobudur, con tanta eficacia como si recitase las palabras del Buda o meditase sobre ellas. En todos los casos, se aproxima a la presencia sobrenatural del Buda. La doctrina es "el cuerpo verbal" del Buda; el templo, o stupa, es su "cuerpo arquitectónico".
Las stupas -esos monumentos propios del budismo diseminados por India, Ceilán y Birmania- están en efecto asimiladas al cuerpo místico del Buda. Pero esto debe entenderse de conformidad a las leyes mentales que han dirigido las culturas tradicionales. Pues la stupa no es únicamente un monumento funerario, como se afirmaba hasta el momento presente; la presencia del simbolismo cosmológico le confiere un significado más amplio. La stupa, como el altar védico, es una imagen arquitectónica del mundo. Su simbolismo cósmico es preciso: imago mundi.(...) La stupa, cuerpo místico del Buda, está construida de manera que represente simbólicamente el universo.(...)

Borobodur está construido de manera que "las esferas" de la meditación aparecen realizadas en piedra. Los budas visibles en los nichos, y después medio ocultos bajo las stupas de celosía, la imagen inaccesible de la cima, jalonan un camino hacia la iluminación, a través de una materia cada vez menos sensible, y sin por otra parte alcanzar aquí abajo el logro último, anunciado en el momento del aniquilamiento final como la stupa cerrada lo da a entender. Por otra parte, las imágenes que se despliegan a lo largo de las terrazas y galerías también tendrían como objeto fijar y apoyar el espíritu de los monjes al pasar por el Rupadhatu, "libro de piedra", como se ha dicho, pero a través de la meditación, no de la lectura corriente. El peregrino no tiene una visión total y directa del templo. Visto desde fuera, Borobudur parece una ciudadela de piedra de varias alturas. Las galerías que conducen a las terrazas superiores están construidas de manera que el peregrino no vea más que los bajo relieves y las imágenes de los nichos. Así pues, la iniciación se realiza de manera gradual. Al meditar sobre cada escena, franqueando paso a paso los grados del éxtasis, el peregrino recorre los 2,5 kilómetros de galerías sumergido en una meditación ininterrumpida. Por otra parte, la fatiga física provocada por esta lenta ascensión es en sí misma una ascesis. Mediante el sufrimiento monacal y al meditar en los "grados del éxtasis", cuyas representaciones iconográficas le acompañan, con el espíritu purificado por la ascesis y la contemplación, el peregrino realiza, a medida que se aproxima a la cima del templo, la ascensión espiritual que el Buda ha proclamado como único camino de salvación.(...)

El templo no puede ser "asimilado" desde fuera. No se ven las imágenes. Sólo el iniciado que recorre las galerías descubre poco a poco los niveles de la realidad sobrenatural, los grados de la meditación en su representación iconográfica. Los descubre y los asimila. El templo es un mundo cerrado; un microcosmos de piedra, pero un microcosmos cerrado. "El mundo" de las cosmologías antiguas (Mesopotamia, la India, China) era imaginado como una vasija redonda, cerrada. El templo era la imagen de ese mundo, su modelo concreto era la burbuja de aire o la gota de agua, "el huevo cósmico". "Mundo cerrado", esfera vacía que cuenta en su centro con el pilar cósmico que separa el cielo y la tierra, el eje que sostiene el universo; ese símbolo del eje y del polo, del pilar cósmico, se halla presente en todas las culturas tradicionales, y en especial en las civilizaciones mesopotámica, indomelanesia y asiática oriental. El templo, la montaña cósmica, el pilar, el árbol, todos esos símbolos son equivalentes. Todos sostienen el mundo, son el eje del universo, el centro del mundo.(...)

Construir una stupa en el centro de una región significaba "dedicar" esa región a la Ley budista (dharma). Dedicarla a la Ley, pero agregarla al mismo tiempo al soberano que, en tanto que chakravartin, está considerado como un "centro" de esa "rosa de los vientos real" que es el imperio. Cada ciudad santa era "el centro de la tierra", es decir, el lugar en que se alza el "pilar cósmico" representado por el templo (la montaña cósmica), y los habitantes de esas ciudades se consideraban semejantes a los dioses. Se hallaban en el "ombligo de la tierra" (omphalos), en una zona que no tenía nada en común con la geografía profana, regida por los criterios de la geomancia y de la "geografía mística" (los ejemplos son numerosos: Jerusalén, Bangkok, Roma; "los ríos" que rodeaban la "tierra" en todas las cosmologías tradicionales, casi un reflejo de los ríos del Paraíso, etc.). (...)

Estos símbolos -eje, pilar cósmico- funcionaban evidentemente con igual validez en el macrocosmos y en el microcosmos. Así puede comprenderse que, si el universo era considerado como un "gigante", como un "hombre" (purusha), entonces las funciones cósmicas podrían identificarse con el cuerpo humano. Los indios, como por otra parte los mesopotámicos, conocían una "fisiología mística", es decir, un "mapa" del hombre trazado en términos cósmicos.

El dios Indra, por ejemplo, considerado como un "pilar cósmico", que separa el día de la noche, etc., es identificado con el hálito humano. No hay que olvidar la homología fundamental del cuerpo humano y del macrocosmos: el universo en la "burbuja" cerrada, el "saco" cósmico, al igual que el cuerpo humano es un "saco de piel". Teniendo en cuenta estas indicaciones, comprendemos que lo esencial de estos simbolismos es la reconstrucción del Dios-Todo, Prajapati, disperso desde la creación.

Volvemos a encontrar en ese caso una de las nota dominantes de la vida espiritual "primitiva": el deseo de integrarse en el Todo, en un universo a la vez orgánico y sagrado, el cuerpo del dios, devuelto tal y como era antes de la creación, sin dispersar. La homología de la vida divina y la humana, en una cultura tan original como la civilización mesopotámica, no tiene otro objetivo: reintegrar al hombre en el cosmos primordial. Toda "consagración" consiste en trascender los fenómenos temporales y en construir un tiempo y un espacio rituales que participen de la eternidad y en el "vacío" (ya que el espacio ritual que construyen los altares, los templos, etc., es cualitativamente diferente, se encuentra fuera del mundo, a un "nivel" paradisíaco, es decir, exento de toda heterogeneidad). Detrás de cada uno de estos simbolismos arquitectónicos hallamos una tendencia a la unidad, a la reintegración. Pues una vez superadas las clasificaciones, una vez anulada la hetereogeneidad, la "materia", empieza la realidad absoluta (brahmanismo) o el nirvana (budismo).

La arquitectura mística asiática, sea cual fuere la religión a la que sirve, no cesa de edificar la montaña cósmica, que el fiel asciende, por una parte para asimilar la "sacralidad" del lugar -los grados del éxtasis en su representación iconográfica (como en Borobudur)-, y por otra parte para alcanzar la cima, es decir el "centro", desde donde resulta posible pasar hacia niveles trascendentes (los templos son las "puertas" de los cielos... Babel, etc.). Pero la cima del templo, y en consecuencia de la montaña cósmica, tiene un sentido simbólico preciso: allí se encuentran las "tierras puras" del budismo. "Tierras puras", y por tanto niveladas, homogéneas, sagradas, "sobrenaturales". Borobudur también tiene, en la terraza superior, su "tierra pura". Al circular sobre la terraza, los iniciados que llegan anulan la realidad que está por debajo de ellos, anulan la heterogeneidad, lo diverso, lo dislocado, etc. A partir de entonces se encuentran por encima del mundo, a un nivel paradisíaco, sin diversidad ni pluralidad. El objetivo del peregrino budista -superación de la condición humana, realización de un estado absoluto- es alcanzado. El hombre es extraído de la "vida", también llamada historia, de la multiplicidad y el drama. Se reintegra en el Todo absoluto al que aspiraba, pues el "espacio" en el que vive, sobre una "tierra pura", ya ha dejado de ser el espacio heterogéneo de la vida, y ahora es el espacio paradisíaco.


Esfera de la no-forma. Stupas de celosías con estatuas de Buda en su interior

2 comentarios:

Anna Feuerberg dijo...

Hola Jan!

Me contenta mucho que descubriste Spacio Ars y que llegaste a Gaia Lumina también. Te he escrito comentarios pero algo ocurre con mi servidor que no los publica. Qué los dioses lo encomienden a Hermes para que ahora lleguen bien.

Fragmentalia es fascinante, comparto muchos temas y sensibilidades que iré leyendo. En relación a la danza contemporánea, tuvimos el privilegio de ver a Dansa Gelabert Azzopardi y a Els Joglars en el Festival Internacional de Teatro de Caracas.

Me identifico con el Yantra en Borobudur. Me gusta una actitud espiritual de receptividad y entrega a la energía cósmica, sentir que me envuelve y que forma parte de mí. Es una sensación muy radiante, sientes que respiras el aliento y que eres con todo sin límite.

A Occidente le vendría muy bien liberarse del juicio de pecado que heredó de la tradición judeocristiana. No hace falta sentirse perturbado ni culpable por los errores que hayamos cometido. En el camino espiritual siempre hay una nueva oportunidad, y estará presente hasta que se supere la prueba.

Dónde está Rothko? Apareció espontáneamente y ahora no sé dónde está...

Celebro este afortunado encuentro. Muchas gracias!

Anna

Jan dijo...

Hola Anna !

Encantado de encontrarte por aquí. He seguido durante muchos años la trayectoria de Cesc Gelabert y su compañera Azzopardi, son unos magos de la danza. Entre las compañías de teatro catalán Els Joglars es de mis preferidas.
Me alegra que tengas sintonía con lo que aquí se publica, este es un lugar donde el arte ocupa un lugar destacado junto con la espiritualidad, temas que están muy presentes también en los blogs que administras.
El ensayo sobre la obra de Rothko es muy interesante, lo encontrarás aquí:

http://barzaj-jan.blogspot.com/2010/03/la-desfiguracion-de-dios.html

Y bueno, espero que el arte de Hermes propicie que tanto este como otros comentarios lleguen sin problemas.

Yo también celebro este encuentro, muy amable por tu visita !

Jan